Lo único que quería era compartir un poco de frío, la
vereda, un juego con una tapita. Algo simple. Caminar juntos como si pisáramos
con el mismo pie, amortiguando en la misma rodilla. Que nos despidiéramos con
la felicidad por dentro, sabiendo que es nuestra, que las piernas que nos
llevamos son las que trajimos. Pero pasa tan a menudo lo contrario: se va en el
auto en que no viajamos, abre la puerta de una casa que no es la nuestra y se
recuesta entre dos sábanas limpias, que nada tienen que ver con éstas flores
estampadas. Entonces pienso que la mirada que ve lindo el mundo está en otros ojos,
que el mundo debería conocer, que yo no conozco.
*Foto Gota Deluzz (Flickr decometas)
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En realidad por lo único que yo estaba contento era por eso, por la idea de sacarme los zapatos y que se me secaran las medias. Te falló, pibe, qué le vas a hacer. Dejemos las cosas así, hay que irse a dormir.
Me acordé, tomalo como humilde presente. Aunque preferiría cosas más alegres, ya tenés veinticinco. Sos casi treintañera, basta de eso.
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