martes, 9 de marzo de 2010

Desarmarse

Queda sombra y vacío donde estaban las piezas de mi cuerpo. Aún así, gano vida en ese desbaratarme silencioso e insospechado. Se apoderan de mi las voces, las personas, los lugares. Me desarmo: mi mano tiene otro nombre, mi pelo pertenece a alguien más, mi boca habla palabras que desconozco y mi voz es un eco lejano y salvaje.

Los otros también se desarman, y cada uno toma lo que puede en un intento por reconstruirse. Pero esa persona ya no somos nosotros, sino pequeños pedazos de muchas vidas, muchos mundos y muchas muertes.