jueves, 23 de septiembre de 2010

Terrestre

Yo no sé de cosas terrestres. Sólo sé de piruetas sobre mi misma. De espacios oscuros como abismos intermitentes. De luz prestada y efímera. De calor distante. Sé de asteroides llenos de flores y de príncipes ausentes, quizá fugitivos. Sé de magníficos pilotos de tormenta con récord en aterrizajes forzosos. Se estrellan sobre mi y rasgan mi superficie. Escarban en busca de oro y yo se los permito. Pero no lo hay.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

De cara a la pared


A veces los otros parecen endurecidos, rígidos, impenetrables. No se ondulan ante mi tacto. Mis señales llegan hasta sus superficies, rebotan y vuelven a mi como un silencio mortuorio, como una redundancia. Y parecería que no hubiera nada. Ni para mi, ni para ellos. ¿Cuántas veces quién habrá estado de cara a la pared de mi cuerpo, frente a mi completa ausencia?

viernes, 9 de julio de 2010

La marea alta


Tus palabras son la marea alta. Inesperada marea alta. Olas gigantes que son mounstros. Fauces de monstruos de agua voraces vienen por mi. Me toman por sorpresa. Tus palabras son la marea alta. Tu mano (una ola) ahogándome. Tu mano (una ola) hundiendo mi cabeza en el agua. Necesito branquias para respirar. O convertirme en caballito de mar.

lunes, 7 de junio de 2010

No festejamos las pérdidas

No hervimos té en hebras, ni colocamos nuestras tazas favoritas sobre la mesa. Tampoco horneamos un bizcochuelo a base de yogurt (dos medidas de harina, una de azúcar, media de aceite y un yogurt) durante una hora y cuarto. No se nos ocurre adornar con flores frescas el centro de la mesa para perfumar el ambiente, ni siquiera para alegrarnos. No tenemos de qué alegrarnos. No festejamos las pérdidas. Ninguna de nosotras. Aunque ella sepa que está bien. Aunque yo sé que era necesario. Todas sabemos. Aún así no festejamos las pérdidas. Sentadas alrededor de la mesa la comida se nos asemeja a un funeral y las flores en el centro son el cadáver. Y también el olvido.

lunes, 31 de mayo de 2010

Jugar


Dijiste —Hola— y yo respondí a su vez (hola)

–¿Cuántas letras tiene tu nombre? – Preguntaste.

–¿Cuál de todos? – Respondí.

En ese momento notaste que mi cara eran muchas

caras, que mi boca iba cambiando de forma

conforme pronunciaba cada uno de mis nombres.

Mis ojos eran muchos ojos, pero todos míos, y todos de colores distintos.

Y te alejaste. Ninguno de mis rostros era el rostro que buscabas.

sábado, 10 de abril de 2010

La espera

He viajado a la deriva en un barco hecho de mi cuerpo. Mi piel es sal impregnando el océano. Mi cuerpo un fragmento del olvido. He esperado largo tiempo. El océano es calmo e inmenso. Pero los tiburones vendrán.

martes, 9 de marzo de 2010

Desarmarse

Queda sombra y vacío donde estaban las piezas de mi cuerpo. Aún así, gano vida en ese desbaratarme silencioso e insospechado. Se apoderan de mi las voces, las personas, los lugares. Me desarmo: mi mano tiene otro nombre, mi pelo pertenece a alguien más, mi boca habla palabras que desconozco y mi voz es un eco lejano y salvaje.

Los otros también se desarman, y cada uno toma lo que puede en un intento por reconstruirse. Pero esa persona ya no somos nosotros, sino pequeños pedazos de muchas vidas, muchos mundos y muchas muertes.

viernes, 19 de febrero de 2010

Deseo

Y sin embargo deseo cruzarte. Aunque tus palabras no lleguen hasta mi. Aunque mi paraguas transparente me obligue a mirar el cielo. Porque este asunto vuelve a mi con insistencia: La lluvia, la sonrisa, la promesa. Y deseo cruzarte por la vereda. Y que me veas, y notes en mi lo que viste la primera vez. Cuando viajaba en mi bicicleta, cuando estaba sentada frente al almacén. Y puede suceder que nos tomemos de la mano y volvamos a bailar juntos, entre la vereda y la calle, en un mundo nuestro. O puede suceder que mis oídos queden sordos en el preciso instante en que pronuncies mi verdadero nombre, y yo siga caminando de espalda a tus ojos sonrientes, como si no reconociera tu voz. Entonces el mundo que era nuestro se parte en dos y cada uno es rey de un hemisferio. Pero allí se está solo.

sábado, 23 de enero de 2010

Mi risa

Nunca supe como reír. Siempre imaginé que mi risa estaba encapsulada en el centro de mi cuerpo, atrincherada contra la tristeza. Miedosa de que esa palabra tuviera el poder para borrarla por completo. Ensayé varias veces como sería su sonido por si alguna vez decidía mostrarse, hacerse oír, resplandecer en el aire. Pero mis ensayos no fueron más que estrepitosos fracasos de risas rotas, de risas asfixiadas, de risas forzadas, de risas plásticas. En fin, de risas que no eran más que cáscaras vacías. Siempre que río, lo hago como ensayé y mis risas caen al suelo pesadas y opacas. El aire no puede sostenerlas, no puede hacerlas brillar.

sábado, 16 de enero de 2010

La hermandad de la Luna

Blancas. Morenas. Pies descalzos surcando la arena hirviente como si fueran suaves amapolas. Manos unidas unas a otras, conectadas en lo más hondo, buscando sus periferias, rozando sus superficies. Sus ojos se miran y ríen. Ellas mismas se han dado sus propios nombres, que riman. Fueron hechas las unas para las otras. Se pertenecen. Recorren un desierto árido y espeluznante, erizado de soledad. Pero el desierto no puede tocarlas. Rompen la monotonía del paisaje agrietado con sus cuerpos. La luz del sol se proyecta sobre ellos como lo hace sobre la Luna. Y ellas lo abrazan en la delicadeza de su caminar, en su unión, en sus fuerzas para llevarse unas a otras. Suena para ellas un cascabel que las embriaga y surge de entre los resabios de la arena volátil un cuerpo frágil y bello que clama ayuda. El círculo se abre pero no se rompe y sus manos limpias se enlazan a la recién llegada. Lunas enteras pasan por sobre sus cabezas antes de que empiecen a caer muertas sobre la arena. Antes de que empiecen a quemarse. Y el cascabel suena más fuerte. La soledad las corrompe, las desarma, las ensombrece. Ha ingresado al circulo un cuerpo que puede retorcer las almas. Empequeñecerlas, hacerlas desaparecer. Capaz de hacerles olvidar sus verdaderos nombres, sus verdaderas causas, sus lazos insondables. Una piel fría y rugosa envuelve sus tobillos. Y comienzan a caer. Blancas. Morenas. Caen y se queman.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Oscilar

Oscilar. Entre ser sombra entre las sombras. O un pequeño resplandor. Entre ser carcajada que nace desde el centro del estómago e inunda la garganta y la boca. O llanto silencioso y seco de mirada perdida en el techo oscuro de la habitación, colgando de la lámpara ideas que no pueden explicarse con las palabras que conocemos. Oscilar. Entre ser la sonrisa prometida cuando llueve, o ser una con la lluvia. Oscilar. Entre pasar el peso muerto de mi cuerpo de un pie a otro, o bailar en la calle. Oscilar. Entre ver la Luna, o una cara o una liebre. Oscilar.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Exilio

                                                 I
Su sonrisa crea la mía, adivina mi necesidad de risas, quiere diluir mis sombras. Su mano envuelve mi mano en un calor calmo de luz tibia de sol en la cara.
Mi hogar está donde él se encuentre.
                                 II
El fantasma de su cuerpo sobre el mío enfría mi alma, rompe las risas, deja la casa en silencio. Nada ha sido tan difícil como decirle adiós.
                                  III
Ya no puedo permanecer en casa. Decirle adiós es mi exilio.

jueves, 6 de agosto de 2009

Amor dado por perdido


Verte sonreír fue un oasis de agua pura.
Tan pura que se hacia imposible beber de ella sin contaminarla.
Morí al pie del oasis.

miércoles, 1 de julio de 2009

Huir


Exorcizar de mi tu presencia, la sombra latente de tu olvido. Raspar las partes quemadas de mi cuerpo, deshacerme de aquello que consumiste de mi. Eso que no me pertenece pero permanece conmigo, erosiona los sectores de mi cuerpo que aún llevan mi nombre, borrándome. Cambiar de cuerpo, de nombre. Huir.

domingo, 1 de febrero de 2009

Te deje en Irigoyen

Te dejé en Irigoyen. En esa estación en la que una vez, al pasar fugazmente, vi el atardecer plasmarse entre el contraste de las sombras de viajeros, que sentados sobre los bancos de aquella estación esperaban a la vida para impregnar sus pobres cuerpos.

¿Puedo esperar que hayas leído lo que mi mirada tuvo para decirte, o lo que mi sonrisa dijo a pesar de la tristeza? No fueron mentiras tejidas en mi cara, pero apenas si podemos entendernos con palabras, con esa limitación que traen impresas ¡como si ya no tuviéramos suficientes vergüenzas en el alma!

Aunque ahora te esté recordando, elegí esa estación, por que es la estación del olvido, bajar en Irigoyen, respirar su aire, su viento de amnesia, y volver como recién nacidos.

A pesar de eso, hay otro olvido en Irigoyen, es aquel que atrapa a sus pasajeros, entre el rechinar de metales, el ruido de las bocinas lejanas y el misterio de sus andenes vacíos. Tuve que arriesgarte a ese olvido, con el temor de que caminaras junto a esas vidas que no saben quienes son.

Sobre éste tren que parte hacia un lugar distante, miro atrás, contemplo tu figura alejarse, volverse sombra. Allí es cuando me parece ver como cada uno de los encantos de Irigoyen te va rodeando, y haciendo gala de sus maromas te vuelven parte de él.

lunes, 26 de enero de 2009

Desierta

Nacen flores marchitas de mi cuerpo a causa de tu descuido. Tu silencio irrumpe en mi azotando mis confines como un viento de fuego. Cielo desierto muerto de sed, manos agrietadas luchando contra el castigo del sol. Nunca más tu cuidado, tu cadena. Desapareces en los vaivenes de la arena. Otra vez el fuego te arrastra, me arrasa. Y me quedo acá: desierta de vida, poblada de ausencia.

lunes, 22 de diciembre de 2008

La sombra de un fantasma

No importan las circunstancias, los motivos, ni las acciones o más bien sus ausencias. Sin invitación, y sin creerle al principio, vino y se sentó a mi lado ¿Se puede creer tanto descaro? Pero así fue, se instaló a mi lado, firme, sin razones sin decir una palabra. Me acompañó todo el día, hora tras hora con paciencia me seguía en cada uno de mis quehaceres y descansos. A veces me tomaba la mano, con suavidad, con delicadeza que se sentía tan erosionada, tan amarga. Se colocaba frente a la ventana y variaba su posición de acuerdo al lento movimiento del sol, vigilaba con insistencia su sombra para que siempre se proyectara sobre mi cuerpo. Y su sombra me envolvía, su mano se enredaba en mi mano, había nacido quién sabe de que profundo dolor, rencor, o recuerdo olvidado y no había razones, al menos que se revelaran ante mi para justificarlo ¡Y no tener razones es una verdadera molestia! Un mecanismo que no cierra, una tuerca floja a punto de caer. Y este ser junto a mi, con su cuerpo haraposo y translucido, abrazándome, llenaba mi soledad con su presencia abismal. Ese día en que mi mente no rozaba las orillas de ningún recuerdo en particular, no anclaba en ninguna pena pasada, o en asuntos sin barnizar, se posó a mi lado este ser, este sentimiento, mezcla de furia y tristeza, dolor y desesperanza, cansancio y agobio. Y me tomó, me abrazó, me envolvió. Me llevó a otro lado de mí, a esa parte que en batalla silenciosa se enfrenta a las otras partes de mi persona, de mi alma.

martes, 9 de diciembre de 2008

Exprimidor

Exprimidor del corazón ha venido una vez y le he dado una vuelta. Me quedó doliendo la muñeca y también el corazón. Sangre que tenía mi esencia y mi nombre. Un vaso, una boca. Nunca más recupero aquello que han tomado de mi. Dar hasta que duelan las manos vacías. Y dar un poco más.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Tu risa

Tu risa se apagó

Se agotó

Se extravió en la lejanía

Se perdió

Y aun puedo oírla

Y me trae una melancolía

llena de fantasmas,

de viento de primavera

que llena y vacía mi corazón.

Pedir que no mueras

puede ser mucho pedir. No te apagues.

A lo lejos veo alejarse nuestras almas, volátiles,

buscando el cielo.

Y somos dos barriletes a la deriva

hechos de un papel muy frágil y de un sueño.

Perdernos, anudados el uno al otro, puede ser

una nueva forma de encontrar aquello que nos llevó a

conocernos. Esa fórmula intrincada de la vida

de unir líneas, de fortalecernos ante el vasto universo.

No quiero perderte (No te apagues) pero no somos eternos

sino simplemente una despedida latente, un perfume que se va.