El pozo de ansías es el pote de
pintura donde meto la mano esperando sacar una respuesta, como quien mete la
mano en el tarro lleno de papelitos de rifa y hace fuerza para que le toque al
familiar con el número cincuenta y seis, número cincuenta y seis, número cincuenta y seis. Setenta y cuatro, gana la sonrisa
amarillenta de la fila cuatro, que ahora es saco rojo y anteojos animal print
desconcertados frente al escenario sin saber bien por donde subir a recibir su
premio. Eso me pasa seguido. La sensación de dar una vuelta eterna a la manzana
de mi casa sin saber jamás dónde está la puerta, dónde la escalera, dónde el
escenario al que tengo que subirme para que me den mi galardón.
*Foto Lucía Chain (Flickr Cobrakiller)