lunes, 22 de diciembre de 2008

La sombra de un fantasma

No importan las circunstancias, los motivos, ni las acciones o más bien sus ausencias. Sin invitación, y sin creerle al principio, vino y se sentó a mi lado ¿Se puede creer tanto descaro? Pero así fue, se instaló a mi lado, firme, sin razones sin decir una palabra. Me acompañó todo el día, hora tras hora con paciencia me seguía en cada uno de mis quehaceres y descansos. A veces me tomaba la mano, con suavidad, con delicadeza que se sentía tan erosionada, tan amarga. Se colocaba frente a la ventana y variaba su posición de acuerdo al lento movimiento del sol, vigilaba con insistencia su sombra para que siempre se proyectara sobre mi cuerpo. Y su sombra me envolvía, su mano se enredaba en mi mano, había nacido quién sabe de que profundo dolor, rencor, o recuerdo olvidado y no había razones, al menos que se revelaran ante mi para justificarlo ¡Y no tener razones es una verdadera molestia! Un mecanismo que no cierra, una tuerca floja a punto de caer. Y este ser junto a mi, con su cuerpo haraposo y translucido, abrazándome, llenaba mi soledad con su presencia abismal. Ese día en que mi mente no rozaba las orillas de ningún recuerdo en particular, no anclaba en ninguna pena pasada, o en asuntos sin barnizar, se posó a mi lado este ser, este sentimiento, mezcla de furia y tristeza, dolor y desesperanza, cansancio y agobio. Y me tomó, me abrazó, me envolvió. Me llevó a otro lado de mí, a esa parte que en batalla silenciosa se enfrenta a las otras partes de mi persona, de mi alma.

martes, 9 de diciembre de 2008

Exprimidor

Exprimidor del corazón ha venido una vez y le he dado una vuelta. Me quedó doliendo la muñeca y también el corazón. Sangre que tenía mi esencia y mi nombre. Un vaso, una boca. Nunca más recupero aquello que han tomado de mi. Dar hasta que duelan las manos vacías. Y dar un poco más.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Tu risa

Tu risa se apagó

Se agotó

Se extravió en la lejanía

Se perdió

Y aun puedo oírla

Y me trae una melancolía

llena de fantasmas,

de viento de primavera

que llena y vacía mi corazón.

Pedir que no mueras

puede ser mucho pedir. No te apagues.

A lo lejos veo alejarse nuestras almas, volátiles,

buscando el cielo.

Y somos dos barriletes a la deriva

hechos de un papel muy frágil y de un sueño.

Perdernos, anudados el uno al otro, puede ser

una nueva forma de encontrar aquello que nos llevó a

conocernos. Esa fórmula intrincada de la vida

de unir líneas, de fortalecernos ante el vasto universo.

No quiero perderte (No te apagues) pero no somos eternos

sino simplemente una despedida latente, un perfume que se va.