Cien dolores, eso me pagan. Uno por cada pequeño lugar olvidado del cuerpo. Por despedidas mal formuladas, en las afueras del corazón. Uno tiene las palabras erradas, inexactas, eso que dicen callar. Entonces los dolores. El tiene una voz que amansa, yo quisiera ser su gatito, un ovillo, masa tibia respirando sobre sus piernas, pero se queda del otro lado de la cama, con una distancia invisible de trinchera del futuro. Entonces los dolores. Nosotros bajo el mismo techo pero no juntos, mientras afuera muere la gente como pajaritos.
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1 comentario:
no sé escribir la onomatopeya de la cachetada que acabo de sentir en esta imaginaria mejilla de mi corazón.
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