Nunca supe como reír. Siempre imaginé que mi risa estaba encapsulada en el centro de mi cuerpo, atrincherada contra la tristeza. Miedosa de que esa palabra tuviera el poder para borrarla por completo. Ensayé varias veces como sería su sonido por si alguna vez decidía mostrarse, hacerse oír, resplandecer en el aire. Pero mis ensayos no fueron más que estrepitosos fracasos de risas rotas, de risas asfixiadas, de risas forzadas, de risas plásticas. En fin, de risas que no eran más que cáscaras vacías. Siempre que río, lo hago como ensayé y mis risas caen al suelo pesadas y opacas. El aire no puede sostenerlas, no puede hacerlas brillar.
sábado, 23 de enero de 2010
Mi risa
sábado, 16 de enero de 2010
La hermandad de la Luna
Blancas. Morenas. Pies descalzos surcando la arena hirviente como si fueran suaves amapolas. Manos unidas unas a otras, conectadas en lo más hondo, buscando sus periferias, rozando sus superficies. Sus ojos se miran y ríen. Ellas mismas se han dado sus propios nombres, que riman. Fueron hechas las unas para las otras. Se pertenecen. Recorren un desierto árido y espeluznante, erizado de soledad. Pero el desierto no puede tocarlas. Rompen la monotonía del paisaje agrietado con sus cuerpos. La luz del sol se proyecta sobre ellos como lo hace sobre la Luna. Y ellas lo abrazan en la delicadeza de su caminar, en su unión, en sus fuerzas para llevarse unas a otras. Suena para ellas un cascabel que las embriaga y surge de entre los resabios de la arena volátil un cuerpo frágil y bello que clama ayuda. El círculo se abre pero no se rompe y sus manos limpias se enlazan a la recién llegada. Lunas enteras pasan por sobre sus cabezas antes de que empiecen a caer muertas sobre la arena. Antes de que empiecen a quemarse. Y el cascabel suena más fuerte. La soledad las corrompe, las desarma, las ensombrece. Ha ingresado al circulo un cuerpo que puede retorcer las almas. Empequeñecerlas, hacerlas desaparecer. Capaz de hacerles olvidar sus verdaderos nombres, sus verdaderas causas, sus lazos insondables. Una piel fría y rugosa envuelve sus tobillos. Y comienzan a caer. Blancas. Morenas. Caen y se queman.