Dijiste —Hola— y yo respondí a su vez (hola)
–¿Cuántas letras tiene tu nombre? – Preguntaste.
–¿Cuál de todos? – Respondí.
En ese momento notaste que mi cara eran muchas
caras, que mi boca iba cambiando de forma
conforme pronunciaba cada uno de mis nombres.
Mis ojos eran muchos ojos, pero todos míos, y todos de colores distintos.
Y te alejaste. Ninguno de mis rostros era el rostro que buscabas.